TODO sabe mejor al carbón

Yo no soy un chef ni un crítico de alimentos. En ocasiones me defino como un pirómano sublimado con un problema de hambre crónica.

Tengo 5 años de casado. El primer año, mi esposa y yo nos dejamos llevar por la inercia del día a día, no teníamos tiempo de calidad para platicar o, cuando lo teníamos, estábamos completamente exhaustos, por lo que la convivencia era escasa. Claramente esta combinación era la receta perfecta para un desastre anunciado.

No me acuerdo de quién fue la idea; seguro de ella (las buenas ideas suelen serlo) que decidimos dejar una noche a la semana dedicada exclusivamente al otro, los jueves empezamos a cenar solos. A mí me divierte mucho cocinar y ella no cocina ni en defensa propia (más que unos postres deliciosos, pero lo salado es mi terreno).

Lo que recuerdo sin duda es que fue mi idea prender el asador, porque TODO sabe mejor al carbón. La regla fue prender la parrilla todos los jueves sin falta. ¡Pase lo que pase, prender fuego!

Cabe mencionar que vivimos en un departamento con un balcón no muy espacioso, esto nos ha llevado a cocinar en todo tipo de escenarios: bajo la lluvia con un sistema de paraguas y cuerditas improvisado o con un calor de los mil demonios que no invita a pararte junto a un fuego.

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Los primeros jueves de asador pasaron sin pena ni gloria, en los que el único fin era pasar un momento de convivencia en pareja.

Lo que vino después fue cosa de la tecnología; empezamos a subir las fotos de lo que cocinamos a redes sociales con el hashtag #JuevesDeAsador y a dar una pequeña reseña de los exitos y los fracasos ocasionales.

Las reacciones no se hicieron esperar y las indirectas poco sutiles o las directas descaradas nos llevaron a empezar a invitar a amigos y familia.

Lo que empezó como un feliz momento entre esposos nos llevó a querer compartir esa felicidad con los más cercanos y con algunos no tan cercanos que, gracias a estos #JuevesDeAsador, se han vuelto familia.

Lo que hemos aprendido que hasta el amor y la amistad saben mejor al calor de las brasas.

No pretendo dar una clase de cocina, no creo tener los fundamentos teóricos para hacerlo. Lo que me gustaría es platicarles mi experiencia en la parrilla: los aciertos y derrotas. Darles los consejos que he ido aprendiendo y recopilando, las recetas que me sé, los productos que me sirven, los restaurantes que me gustan.

Pero, lo más importante, es descubrir juntos que no necesitas ser un gran chef para hacer delicias que no te hubieras imaginado.

Espero que les guste y ¡Buen provecho!